Posts Tagged ‘Nuria Espert’

Lupus talentum

La loba

Nuria Espert y Víctor Valverde

Sabéis de mi debilidad por esa fiera de la escena llamada Nuria Espert. Y semejante monstruo de las tablas le iba como anillo al dedo a La loba que imaginó Lillian Hellman para retratar la ambición y la falta de escrúpulos, pero a la vez el sueño, la inteligencia y la superación. Esa paradoja en un mismo ser, esa mezcla perfecta entre agresividad, dureza y ternura, es la viva imagen del lobo aullando a la luna llena. Y la encarna a la perfección ese animal del teatro. Ella sostiene una obra profunda, cruda. Las risas del público en algunos momentos verdaderamente dramáticos, intensos, estremecedores creo que sólo obedecen al afán del personal de ir a un espectáculo predispuesto a divertirse. Pero bueno, cada uno amortiza la entrada como soberanamente quiere. Una pena. No sé qué se le tiene que pasar por la cabeza a un actor en un momento así, astringente, y que la reacción del respetable sea una risilla cómica. Acostumbrados estarán. Actores que, junto a la Espert, dan una buena cristalización a la obra del Centro Dramático Nacional y Juanjo Seoane.

La loba

Jeannine Mestre y Carmen Conesa

La loba

Nuria Espert interpreta a Regina Hiddens

A mi gusto, Carmen Conesa, y mira que me agrada, e Ileana Wilson, son las que desentonan una pizca en este gran coro. Menudas voces la de Héctor Colomé o Víctor Valverde. Qué sinuosidad la de Ricardo Joven. Qué credibilidad la de Paco Lahoz. Y aunque un poco exagerado en gestos, el joven Markos Marín se ajusta perfectamente a un engranaje que tiene su lubricación ideal en Jeannine Mestre en un papel complicado como el de Birdie Hubbard.

La loba

Fotografías: David Ruano

En definitiva, un buen texto -el de la dramaturga y guionista Lillian Hellman, valiente y comprometida, ‘bruja’ para McCarthy, y en el que también participó su compañero Dashiell Hammett– y una buena puesta en escena a cargo de Gerardo Vera y todo su equipo artístico y técnico.

La loba se representa en el teatro María Guerrero de Madrid hasta el 10 de junio.

Larga vida a Nuria Espert

Simplemente pudo ser que después de algo más de una hora torrefacta apagaron la calefacción. Pero lo cierto es que lo sentí. Terminó la obra y noté como se me erizaba el cabello a la altura de la nuca. Nunca me había pasado. Me gustó. Me gustó la experiencia y me gustó Nuria Espert. Confieso que siempre me ha transmitido distancia cuando he escuchado o visto alguna entrevista. Creo que el tono de voz, su cadencia al hablar… me retraen a la acepción peyorativa de ‘diva’. Pero siempre procuro dejar los prejuicios en casa cuando me lanzo a un contacto directo. Y la Sala Pequeña del Teatro Español te remitía irremediablemente a eso. Siete filas. Casi notabas el aliento. Su interpretación superlativa no podía más que penetrarte hasta por los poros y poseerte. Un lujo del que poder presumir. Sé que entre los aplausos que obligaron a saludar cuatro o cinco veces a la artista están también los de un Sheakespeare emocionado al comprobar la fuerza revitalizada que Nuria Espert ha dado a su obra. Liviana y grácil en sus movimientos, parecía rejuvenecer. Sin embargo, pasaba sin alharacas de encarnar a la hermosa Lucrecia a transformarse en su abyecto verdugo, Tarquino. Ese talento sólo puede encerrarse en unos pocos. Y Nuria Espert, diva, diosa de las tablas, lo consigue en La violación de Lucrecia. Miguel del Arco reconoce sin ambajes que ya puede decir, y regocijarse, que ha dirigido a Nuria Espert. Como las otras 19 personas que han participado en el montaje, un monólogo sublime. Hay algunos ‘peros’, como el audio del oprobio en sí que, nunca mejor dicho, creo que deshonra la puesta en escena. Aunque la mayor afrenta, sin duda, que no se prolongue más tiempo esta maestría.